Dos disparos que le destrozaron la cabeza. Muchos más que dejaron su cuerpo prácticamente pulverizado. Un cadáver arrojado al mar luego de un ritual musulmán. O restos esparcidos por las montañas de Pakistán. ¿Qué pasó con el cadáver de Osama Bin Laden?
El final del terrorista que se había convertido en el hombre más buscado del mundo es conocido: las fuerzas especiales de Estados Unidos lo localizaron y mataron en la madrugada del 2 de mayo de 2011 -todavía era la tarde del domingo 1° de mayo en Estados Unidos- en un operativo en una casona rodeada de muros y fuertemente custodiada de la ciudad paquistaní de Abbottabad, después de una búsqueda intensa de casi diez años.
La misión, planificada bajo estricto secreto durante meses de delicadas tareas de inteligencia, se realizó sin el conocimiento de las autoridades civiles ni militares paquistaníes, según la versión de Islamabad y Washington conocida en esos días.
Pero los detalles son brumosos. Entre secretos de Estado, contradicciones y especulaciones, una década después sobrevuelan las sospechas sobre lo que realmente ocurrió esa noche y en las horas siguientes.
El destino del cadáver del líder de la red Al Qaeda, señalado por Washington como el cerebro detrás de los atentados del 11 de septiembre de 2001, fue objeto de controversias desde el momento en que el entonces presidente de Estados Unidos, Barack Obama, anunció su muerte como una formidable victoria militar y política.
En los años siguientes se escribieron libros y se hicieron películas sobre la búsqueda de Bin Laden y el desenlace final. Periodistas e investigadores que intentaron rastrear más datos obtuvieron poco. Se encontraron con documentos clasificados y funcionarios de pocas palabras. Los relatos mezclaron realidad y ficción. Y no faltaron las teorías conspirativas.
Nadie vio nunca imágenes de Bin Laden muerto. Tampoco de la supuesta ceremonia musulmana sobre el portaaviones USS Carl Vinson de la Marina estadounidense, desde donde habría sido lanzado al mar Arábigo.
El entonces asesor de seguridad del gobierno de Obama, John Brennan, informó el mismo 2 de mayo que el terrorista de origen saudita había sido "enterrado en el mar a las 24 horas de fallecer, respetando las tradiciones islámicas y tras consultar a expertos".
El operativo
“Esta noche puedo decir a los ciudadanos de los Estados Unidos y al resto del mundo que hemos lanzado una operación que mató al líder de Al Qaeda, Osama bin Laden, un terrorista responsable del asesinato de miles de hombres, mujeres y niños inocentes”. Obama estaba exultante. El mensaje televisado en el que hizo el anuncio dio la vuelta al mundo. Como la foto que se difundió luego, en la que aparecía con su vice Joe Biden, la canciller Hillary Clinton y asesores de seguridad nacional en una sala de la Casa Blanca, siguiendo en pantalla la operación que se realizaba en Pakistán.
En esa madrugada, dos helicópteros -cuatro, según algunas fuentes- sobrevolaron la mansión fortificada de Abbottabad, a 60 km de Islamabad, la capital paquistaní, donde se sospechaba que podría estar oculto Bin Laden.
Bajo el estruendo de los motores y las hélices, dos docenas de soldados de élite -los Navy Seals- se abrieron paso con explosivos de mano, potentes rifles de asalto y dispositivos de visión nocturna, según la reconstrucción que hicieron los medios estadounidenses y de todo el mundo, a partir de la información difundida desde Washington.
En un intenso tiroteo también murieron dos guardaespaldas de Bin Laden, la mujer de uno de ellos y uno de los hijos del fundador y líder de Al Qaeda. El terrorista no estaba armado, pero opuso resistencia, se dijo. Su cadáver quedó bajo custodia de fuerzas estadounidenses en Pakistán.
La noticia inundó la prensa mundial durante varios días. Los pormenores, sin embargo, eran escasos. Fuentes de Defensa de Estados Unidos informaron que se había celebrado una ceremonia funeraria religiosa en la cubierta del USS Carl Vinson, cerca de las costas de Omán.
La razón de lanzarlo al mar, según las voces oficiales, era evitar que su entierro pudiera convertirse en un evento masivo y su sepultura en un lugar de peregrinaje. Tampoco era sencillo encontrar un país que aceptara enterrar al terrorista más buscado internacionalmente.
Pero varios medios señalaban que el islam solo reconoce el entierro de un cadáver en tierra firme. Según los expertos en esa religión, se aconseja hacerlo sin ataúd, para que el cuerpo esté en contacto directo con la tierra y la cabeza orientada a la Meca.
El islam sí permite una sepultura en el mar en determinadas circunstancias: durante un viaje largo y con la finalidad de evitar su descomposición, o cuando exista el peligro de que los enemigos del muerto puedan exhumar o mutilar el cadáver. ¿Era esa la situación de Bin Laden?
La otra versión
En 2015, el prestigioso periodista estadounidense Seymour Hersh, quien ya había destapado la verdad sobre otros escándalos internacionales, agitó las aguas al acusar al gobierno de Obama de mentir sobre la muerte de Bin Laden.
En un largo artículo en la revista London Review of Books, Hersh señalaba que el Ejército y los servicios secretos del Pakistán tuvieron un papel clave en la muerte de Osama, sobre todo en la preparación de las tropas de élite estadounidenses que llevaron a cabo la misión en mayo de 2011.
El autor señalaba que el líder de Al Qaeda estaba bajo custodia de los servicios secretos paquistaníes desde 2006 en ese complejo de Abbottabad -una casa de varias plantas valuada en un millón de dólares y rodeada por muros de hasta 5 metros de altura- y que su salud estaba tan deteriorada que no podía movilizarse por sus propios medios.
Según el reportero, el relato épico del operativo que difundió la Casa Blanca estaba lejos de la realidad: el terrorista no habría sido sorprendido “escondido” en su refugio, sino que Estados Unidos llegó a él a través de un informante que vendió los datos a cambio de 25 millones de dólares.
Hersh sostuvo que no hubo “ningún tiroteo” y que los soldados de las fuerzas especiales de Estados Unidos fueron guiados por espías paquistaníes hasta la habitación de Bin Laden. Allí lo encontraron agachado, tratando de huir, y lo mataron a tiros. Después, vaciaron sus cargadores en el cadáver hasta el punto de que se desintegró.
Además, señala que los restos de Bin Laden “incluyendo la cabeza, que tenía agujeros de bala, fueron arrojados en una bolsa para cadáveres”.
Hersh derribó además el relato del entierro en el mar: “Durante el vuelo de regreso en helicóptero -a Jalalabad, donde los SEALS tenían su base-, algunas partes fueron lanzadas a las montañas del Hindú Kush”, escribió el periodista, citando a un alto funcionario de inteligencia de Estados Unidos.
La polémica no tardó en encenderse. Washington salió a desmentir al periodista y se mantuvo firme en su versión. Pero la historia sigue plagada de agujeros negros. Y la intriga parece crecer con el paso de los años.
Fuente: Carolina Brunstein ,Clarin