El porteñismo no es una cuestión geográfica, sino psicológica. Es una alteración de la percepción de la realidad, una visión deformada que nace de convicciones liberales, atlantistas, antifederales y antihispanistas. El porteñista desprecia todo lo que define la esencia de nuestra tierra: al gaucho por “vago”, al mestizo por “hereje”, al indio por “bárbaro”. Su desprecio no tiene límites: se extiende hacia la América hispana, que consideran un “error histórico”. Admiran Londres y París, se arrodillan ante Washington, pero desprecian el barro y la sangre que hicieron grande al interior profundo de este país.
Hoy, el porteñismo anda exultante. Su mundo feliz -blanco, ordenado y autorreferencial- cree haber derrotado el avance “woke”, y se siente fortalecido. Sin embargo, han identificado a un nuevo enemigo: el fronterizo. El que vive más allá de su límite psicológico y material, más allá de la Avenida General Paz. Para ellos, la solución parece simple: alambrar, aislar, dividir. Pero, como siempre, su análisis es superficial y peligroso.
Ahora, su obsesión se centra en Bolivia. La ven como un enemigo, olvidando que gran parte de la economía del norte argentino depende de esa interacción fronteriza. Alambrar o amurallar la frontera no solo será una humillación para el pueblo boliviano, sino que creará una crisis económica devastadora en las regiones del NOA, forzando migraciones internas hacia el Conurbano bonaerense, multiplicando los problemas que ellos creen resolver.
El porteñista desconoce la profundidad de Jujuy, las relaciones familiares entre fronteras y los caminos ocultos que atraviesan la selva desde tiempos del Virreinato. Ahora, disfrazan su desprecio bajo iniciativas como el llamado “Plan Güemes”, que supuestamente busca frenar el narcotráfico. Pero lo único que logran es estigmatizar al pueblo boliviano y humillar a los argentinos del norte. La droga no pasa por allí. Y aunque pasara, alambrar solo desviaría las rutas hacia Paraguay, Chile, el Paraná o la Cordillera. ¿Qué ganan entonces? Absolutamente nada. Pero el porteñismo no entiende ni quiere entender.
El verdadero objetivo no es la droga ni el contrabando. Es el intento de reducir a los “negros”, a los “marrones”, a la Hispanoamérica profunda. Porque en su mundo hegemónico solo cabe el blanco atlantista y su fantasía de un “mundo feliz”. Hoy atacan al norte argentino y Bolivia; mañana, tal vez, sea la Av. Gral. Paz la que intenten alambrar.
Luis Gotte
La Trinchera Bonaerense
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Redacción 2213607735