El asesinato de Charlie Kirk no fue al azar, ni un tirador solitario como nos dirán. Fue un mensaje. Un disparo dirigido no solo al cuerpo de un activista conservador, sino a los disidentes que incomodan al poder real. Kirk, con sus críticas al complejo militar-industrial, al financiamiento sin límites a Ucrania y al intervencionismo de la OTAN, se había convertido en una figura incómoda para el Estado profundo estadounidense.
La CIA, los contratistas armamentísticos y los operadores geopolíticos que lucran con la guerra no toleran voces que cuestionen el negocio. Y Kirk lo hacía. Denunciaba el gasto multimillonario en armamento, la manipulación mediática del conflicto ucraniano y la expansión provocadora de la OTAN hacia las fronteras rusas. Su asesinato, en plena gira universitaria, no solo buscó silenciarlo: quieren disciplinar a quienes se atreven a pensar fuera del guión.
La guerra en Ucrania se ha convertido en una maquinaria de gasto, propaganda y confrontación. Cada misil lanzado, cada tanque enviado, cada discurso belicista, alimenta una industria que necesita enemigos para sobrevivir. Y Rusia, en ese esquema, cumple el rol perfecto. Kirk lo sabía, y lo decía.
Su muerte no es solo una tragedia: es una advertencia. El poder detrás del poder no necesita censura cuando tiene balas. No necesita debate cuando tiene miedo. Y no necesita democracia cuando tiene guerra.
Pero también puede ser una oportunidad. Para que la disidencia real se reorganice. Para que los pueblos entendamos que el enfrentamiento no es entre naciones, sino entre modelos. El modelo del negocio bélico contra el modelo de la comunidad organizada.
Charlie Kirk ha muerto. Pero este escenario puede hacernos reflexionar y lograr articula con otras: comprender que el verdadero enfrentamiento no es contra un estado: es contra la mentira. Y contra el poder que la necesita para seguir vendiendo armas, drogas...dependencia.
Luis Gotte
la trinchera bonaerense
Para Titulares noticias.com