PRODUCCIÓN O DESINTEGRACIÓN

PRODUCCIÓN O DESINTEGRACIÓN

 

La provincia de los bonaerenses atraviesa una etapa crítica en la que se juega su destino como comunidad organizada o como territorio empobrecido y fragmentado. En este contexto, Buenos Ayres -por su peso demográfico, productivo y simbólico- se convierte en escenario clave para repensar el modelo de desarrollo nacional. ¿Puede liderar una reconstrucción desde abajo, con municipios fuertes, regiones organizadas y una infraestructura que conecte al mundo?

 

Históricamente la provincia se rige por un régimen político centralista que concentra decisiones, recursos y oportunidades en pocas manos y en pocos municipios. Esta lógica está debilitando el tejido productivo y desarticulando la vida comunitaria en vastas zonas del interior bonaerense. La desaparición del tren, el abandono de rutas estratégicas y la falta de conectividad digital son síntomas de una desintegración silenciosa que va avanzando.

 

Frente a este panorama, los municipios bonaerenses deben emerger como actores fundamentales. Ellos son los pequeños engranajes necesarios para lograr mover la rueda provincial. El primer eslabón de la institucionalidad, el lugar donde se vive la política en carne propia. Pero para que puedan ser verdaderos motores del desarrollo, necesitan autonomía real, recursos propios y desarrollar estrategias de planificación territorial. No se trata solo de descentralizar y desconcentrar funciones, sino de potenciar la capacidad productiva regional.

 

La provincia, por su geografía y diversidad, exige una organización regional que supere la lógica de "Partido" heredada del S.XIX. Regionalizar no es dividir, es integrar: articular municipios con vocación productiva, identidad compartida y complementariedad económica. Cada región debe contar con infraestructura logística, conectividad digital y acceso a un puerto que le permita comercializar con el exterior sin depender de intermediarios.

 

En esta primera etapa, el campo bonaerense -con su capacidad de generar alimentos, divisas y empleo- debe ser el pilar de la "acumulación primitiva de capital". No hay desarrollo sin soberanía alimentaria ni sin una ruralidad activa. El interior productivo debe ser protegido, potenciado y conectado, para alimentar a la población y generar excedentes que financien las siguientes fases del desarrollo.

 

Con el capital acumulado desde el agro, la segunda fase debe centrarse en la reactivación manufacturera del AMBA, donde se concentra la infraestructura industrial, la mano de obra calificada y el mercado interno. Esta etapa implica recuperar la capacidad de transformar materia prima en valor agregado, con políticas activas, parques industriales regionales y articulación público-privada.

 

La tercera etapa del desarrollo bonaerense debe ser la producción de tecnología propia. No podemos depender eternamente de importaciones ni de modelos ajenos. Desde software hasta maquinaria agrícola, desde biotecnología hasta energías renovables, la provincia debe formar sus técnicos, crear sus centros de innovación y diseñar sus propias soluciones. La soberanía tecnológica es el paso final hacia una provincia competitiva y autónoma.

 

La salida al mar no puede ser privilegio de unos pocos. Buenos Ayres cuenta con múltiples puertos -Bahía Blanca, Mar del Plata, Rosales, Quequén, San Pedro, Dock Sud, Ensenada, entre otros- que deben ser potenciados como nodos logísticos regionales. Cada región productiva necesita su propia vía de exportación, para que el valor agregado local no se pierda en el camino. Un puerto activo con una región productiva unidos por ramales ferroviarios.

 

El desarrollo bonaerense no puede pensarse sin incorporar los avances tecnológicos. Desde la conectividad digital hasta la automatización productiva, pasando por la gestión inteligente de servicios públicos, la infraestructura del S.XXI debe estar al servicio de las comunidades. No hay desarrollo sin fibra óptica, sin rutas seguras, sin energía distribuida y sin formación técnica local.

 

La alternativa es concreta: o seguimos desintegrándonos como sociedad, o construimos una provincia organizada en regiones productivas, con municipios con capacidad de liderazgo, infraestructura moderna y puertos abiertos. No se trata solo de eficiencia, sino de identidad. La provincia de Buenos Ayres puede ser el corazón de una nueva Argentina, si se atreve a mirarse y reconocer el tremendo potencial que tiene.

 

Luis Gotte 

la trinchera bonaerense

Desde la Ciudad del Buen Ayre

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Editor: Periodista Federico Damelio
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