En plena negociación con el FMI

En plena negociación con el FMI

En plena negociación con el FMI, Máximo Kirchner se coronará al frente del PJ bonaerense 

Seguramente Máximo Kirchner imaginó otras condiciones para su asunción como presidente "foráneo" del PJ Bonaerense. Un peronismo triunfante en las elecciones, el frente interno ordenado, una economía con buena salud y La Cámpora avanzando sobre los espacios que Alberto Fernández iba dejando vacantes. 

Pero nada de eso pasó. El kirchnerismo perdió de manera estrepitosa en las PASO de la provincia de Buenos Aires y logró arañar un "empate técnico" en las generales de ese distrito; el Frente de Todos bulle en internas -con el acuerdo con el FMI como principal línea divisoria- y las cuentas domésticas no logran salir del rojo, más allá de la recuperación de algunos sectores y el impulso de la obra pública. 

En algún momento el clima estuvo tan enrarecido que se llegó a dudar de que el jefe de La Cámpora pudiera concretar la aventura justicialista. Después de todo, su entronización no estuvo exenta de polémica -fue ungido de la noche a la mañana como candidato de "unidad"- y el expediente debió posponerse varias veces por presentaciones en la Justicia. 

Finalmente, y más allá de los resultados, el hijo de los Kirchner se prepara para asumir sus funciones como jefe partidario el sábado 18 de diciembre, sobre el filo de las Fiestas de Fin de Año y el cierre de la actividad política. 

En su entorno dicen que todavía no se definieron los detalles del acto; ni siquiera puede asegurarse que haya alguno: conociendo la afición de La Cámpora por el secretismo y los juegos de poder, es probable que termine siendo un trámite administrativo y se pase la página. 

Como sea, Máximo llega al PJ del principal distrito del país con un protagonismo renovado por ser el principal vocero del rechazo a un acuerdo con el FMI que implique hacer concesiones. Lo dijo de todas las formas posibles y con todas las señales a mano, tanto suyas como de su agrupación. 

El interrogante es cuánto puede tirar de la cuerda el ala dura del kirchnerismo para no apoyar el acuerdo que busca el Gobierno. Aunque en ese punto el Presidente se muestre alineado a Cristina, las diferencias entre ambos son a cielo abierto. No por nada el mandatario tuvo que pedirle, durante su discurso del último viernes en Plaza de Mayo, que confiara en él y que no "temiera". 

Minutos antes de ese discurso, Cristina había vuelto a explicitar la postura del kirchnerismo: dijo que el FMI "empujó para que cayeran los presidentes Raúl Alfonsín y Fernando De la Rúa" y reiteró que no se aceptará "ningún plan que no permita la recuperación económica". También señaló que si bien el organismo "le soltó la mano al gobierno naciente de la democracia", no lo hizo con "el que vino después de nosotros, y al que le pusieron toda la tarasca", en referencia al acuerdo firmado por Mauricio Macri. 

También lanzó, como propuesta, que el FMI podría ayudar al país a "recuperar los dólares que están en paraísos fiscales, los que se la llevaron sin pagar impuestos, se la fugaron", y que incluso "puede ser un punto de negociación". "A la Argentina no le faltan dólares, se los llevaron afuera", reiteró la vicepresidenta. En efecto, mientras la alta sociedad sacó su capital del país para "protegerse", la clase media y los trabajadores no pueden acceder a más de 200 por mes ni financiar en cuotas sus viajes al exterior. 

Como antesala del predicamento que Máximo busca en terreno bonaerense está la intervención "virtual" del gabinete de Axel Kicillof, quien sigue en busca de una senda desde la sorpresiva derrota electoral. Su núcleo chico de colaboradores made in UBA fue reemplazado por un grupo de intendentes del conurbano a partir de una decisión de la propia Cristina. Y Martín Insaurralde, el principal socio de Máximo en el distrito, terminó desbancando a Carlos Bianco, quien fuera la mano derecha del gobernador. 

¿Se puede detectar a partir de esta serie de desplazamientos una enemistad entre Kicillof y Máximo, viejos compañeros de militancia de La Cámpora? Difícil saberlo. Lo que sí resulta evidente es la incomodidad del economista con la batería de cambios. 

Kicillof no se había metido en el cierre de listas y tampoco quiso intervenir demasiado después del cimbronazo de la elección. Las decisiones sobre los nuevos nombres de su administración fueron tomadas en la superestructura, donde orbitan Cristina y su hijo. 

A partir de ahí todo fue cuesta abajo para el sostenimiento de un equipo propio: Insaurralde trajo a la camporista Daniela Vilar para un Ministerio de Ambiente próximo a crearse, Máximo facilitó la llegada de Florencia Saintout al Instituto Cultural y Sergio Massa, la tercera pata de la sociedad bonaerense, ubicó a Jorge D'Onofrio en la cartera provincial de Transporte. 

Paralelamente a esa construcción de poder real, el también jefe del bloque de diputados fue pavimentando su camino hacia el PJ provincial, una tarea que no le resultó nada fácil. Primero fue el "operativo clamor" de marzo, cuando todo el funcionariado K salió a pedir que se adelantaran los plazos en el partido -la conducción actual vence recién este mes- para que el camporista se hiciera cargo de la nueva etapa. 

Ese mismo mes el kirchnerismo presentó una lista de unidad para el PJ provincial con Máximo a la cabeza y acompañado por todos los sectores: sindicatos, género, juventud, albertistas y referentes territoriales. En junio se hizo un congreso virtual que lo avaló como presidente del consejo provincial del partido, pero ya le había surgido una oposición interna. 

El intendente de Esteban Echeverría, Fernando Gray -actual presidente del PJ junto a su colega de Merlo, Gustavo Menéndez-, se presentó a la Justicia para reclamar que no se respetaron los mandatos vigentes y para intentar impugnar el proceso. 

La Justicia Electoral bonaerense, a cargo del juez Alejo Ramos Padilla, falló en contra del planteo de Gray, por lo que el jefe comunal acudió a la Cámara Nacional Electoral, con idéntico resultado. De todos modos, y para calmar las aguas, Máximo decidió esperar a diciembre para asumir las riendas del partido. 

Ahora llega la coronación para un dirigente capaz de confundir a sus propios aliados al punto de "vaciarle" a Alberto la Plaza de Mayo por el Día de la Militancia y llamar un mes después a "reventarla" para celebrar la democracia. Gestos así abundan en su trayectoria 

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