"_El absolutismo de la técnica tiende a producir una incapacidad de percibir todo aquello que no se explica con la pura materia_" Benedicto XVI
Primero vinieron por algunos políticos, luego por los partidos, después por toda la dirigencia. Nadie dijo nada, todos aplaudíamos. Más tarde, cuando avanzaron sobre las instituciones, ya era tarde para defenderlas. Y así, finalmente, la democracia cayó, pero antes habían desterrado el federalismo y la república, la descentralización del poder y la división de poderes.
Las encíclicas papales, especialmente Centesimus Annus de San Juan Pablo II y Caritas in Veritate de Benedicto XVI, nos advierten que una comunidad que reduce su existencia a lo económico termina sacrificando la justicia, la verdad y la dignidad humana. La democracia no se muere de golpe, sino que se desgasta por el egoísmo y la indiferencia. Cuando el pueblo solo exige estabilidad económica sin comprometerse con la Justicia Social, el sistema político se vacía de contenido, convirtiéndose en una cáscara que puede ser comprada y manipulada.
El Papa Francisco, en Fratelli Tutti, denuncia la degradación de la política cuando es cooptada por el mercado y por poderes transnacionales que desprecian la soberanía de los pueblos: "_la mejor manera de dominar y de avanzar sin límites es sembrar la desesperanza y suscitar la desconfianza constante, aun disfrazada detrás de la defensa de algunos valores_". Una democracia que no defiende sus instituciones ni su diversidad política queda a merced de tecnócratas y mercaderes de la desesperanza. La promesa de una “libertad” basada solo en el consumo no es verdadera libertad; es un espejismo que, con el estómago medio lleno, nos hace olvidar que somos realización antes que simples consumidores.
Hoy, la república y el federalismo se disuelve en una centralización asfixiante. Los gobiernos locales se vacían de poder real, y el pueblo es reducido a una estadística económica. Nos han convencido de que el Estado es el enemigo, cuando en realidad es el único escudo que nos queda frente a los verdaderos amos del mundo: aquellos que no tienen patria, ni rostro, ni bandera.
La democracia no es solo un sistema de votación; es una construcción diaria basada en la justicia social, el respeto a la verdad y el compromiso con el bien común. Si solo nos preocupa la inflación y no la dignidad de nuestra comunidad, estamos vendiendo nuestra historia por un plato de polenta. Y cuando finalmente vengan por nuestra libertad, nos daremos cuenta de que ya no queda nadie para defenderla.
Luis Gotte
la trinchera bonaerense
Para www.titularesnoticias.com.ar
Mail:
Tel 2213607735